lunes, 21 de agosto de 2006

Sin darme cuenta...


La vuelta a Madrid, tras tres días para recordar, resultó realmente dolorosa. Las cosas están donde estaban, es decir, que no sé dónde están… No sé realmente que ocurre con mi vida desde hace algún tiempo. No sé hacia dónde me lleva ni sé hacia dónde me dirijo...
Y lo único que sé es que no puedo continuar así…

He vuelto a tender mi mano para ayudarte, pero no lo haré más… Quiero hacerlo, pero, aunque lo sabes, no quieres que te ayude…

Y no lo entiendo…

Esperaré, pero ya sin esperar nada… Ya me he dado cuenta…

Sin darme cuenta me fui enamorando de ti…
Sin darme cuenta, fui necesitando tus palabras, tus miradas, tu sonrisa…
Sin darme cuenta, necesitaba tus abrazos, tus caricias, tus besos en el cuello...
Sin darme cuenta, me fuiste alejando de ti…
Sin darme cuenta, creo que debo apartarme…
Y cuando te necesité, no te tuve…
Y cuando necesité ayudarte, tampoco me dejaste…
Y cuando, quizás, me necesites, ya no estaré…
Sé que te quiero... Sé que me entregaría a tí sin reparos, sin miedos... Pero ahora tengo miedo al dolor de esta soledad y al desprecio...
“El pensamiento del suicidio es un gran consuelo,
ya que por medio de él se logra
escapar de una mala noche”
(F. W. Nietzsche)